Aburrimiento
Me miraban
desde lo alto con aire despectivo, a la vez despreocupado. Tal poco locuaz, tal
vez una suma de vulgaridad, pero me importaba un carajo cómo y qué significaron
tanto para mí. Ver rostros ajenos pero tan propios se volvía desinteresado de
mi parte.
Saber lo fácil que me resulta
reemplazarlos propagaba la ponzoña de mis venas que hacía de mi nómada vida algo
cierto en sus cabezas.
Los ojos aparentaban ese curiosismo
tan propio y tan sobreprotegido , el cual me movió hasta dónde estaba ahora pero
con cierta paz… o tal vez no era necesario averiguar, tal vez no se necesitaba
detallar que tipo empático u hostil emocional reflejaban sobre mi, o sobre mi
cuerpo, o sobre sus propios rostros. El saber que había algo mío entre ellos me
hacía cada vez mas vulgar, cada vez menos yo, o cada vez mas ellos. Era estar
ahí por el pleno morbo que parecía dibujarse en sus sonrisas: comisuras
pequeñas que no podrían abrirse demasiado pero un distintivo de brillo podría
verse ante la gracia que les propinaba mi prescencia.
Por mi cuerpo se levantaba una
carrera errática pero segura por parte del frío odio que llegó desde la espalda,
no podía empatizar ninguna de sus felicidades. “¡déjenme en paz malditas
bestias!” les he gritado mas de una vez, a la espera de una reacción, otra que
intercambie la incomodidad que hacían mas insoportable a cada segundo por
cualquier otro aspecto perceptible… cualquiera sea.
Alguien encendió las luces.
Alguien las apagó.
Aprecié como miles de cuerpos yacían
sobre mi cuerpo cadavérico al borde de la muerte viendo también cada rostro y
cada figuración permitida haciendo de la vista lo mas provechoso y agradeciendo
cada segundo de luz con cada parpadeo innecesario habiéndome arrepentido de la
felicidad al oir una puerta abríendose y ver la luz luego de tantas horas y de
tanto tiempo miedo sabiendo ahora que
solo estaba mi torso apretujado por la cabeza de alguien a quien he visto pero
no recuerdo y por el pecho atlético de otro a quién he desechado de mi memoria
por el simple asco que me regalaron al momento de saber que estaba en
prescencia de muertos.
Comencé a toser, a verlo todo con
ganas de ser uno de ellos para no padecerlos. Vi como un montón de cuerpos
muertos fríos, duros por la fermentación de su propia naturalidad, como todos
ellos presionaban mi cuerpo.
Sorpresivamente sentí punzadas sobre
mi estómago y asimismo sobre mi cabeza. Senti el dolor que me proporcionaba
haber reconocido todo. Cómo todo tenía su precio, cómo el conocimiento era
perjudicial para mí, cómo envidié a la ignorancia.
Creía imaginarme el dolor que había
entre mis entrañas pero me era imposible. Irrumpí en vómito.
-¿Y qué hacía este tipo acá, entre
los maniquíes?
-Definitivamente es un tremendo pelotudo,
mirale la cara ¡Que asco ahogarse con él mismo!- Respondió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario