Vimos toda
nuestra vida como ella misma se deshacía. Mas de uno sufre en función de lo que
vive, y la miseria es objeto de los sucesos como un método de compasión. El
vivir debería ser la máxima esplendoría del cuerpo y de la mente. Sin embargo
no.
El jugar a estar atrapado en
un espacio y contener emociones adentro solo es un juego. Todo aquel con quien
lo juegues comenzará por las irrelevancias que se hacen dudas por el solo hecho
de existir cosas tangibles. Cualquier niño comenzará con ¿Dónde? Al igual que
cualquier ser con capacidades de No entender. Creer por encima de los detalles
es casi una falencia natural, viéndose humanamente, capital desde la fé, y tal
vez algo muy malvado que uno mismo quiere descartar aún no sabiendolo hacer de
otra manera mas que seguir preguntando incoherencias por miniaturas.
Estar acechado de las miles de
emociones en la esclavitud del frío del piso es mucho mas que un simple
derroche de una escritura larga y completa que se transforma por los ojos
ciegos a “un hombre en el suelo, pensando”. Uno intenta, realiza ese esfuerzo
de hacer entender al otro conmigo. Nos es imposible. Nadie resultó interesarse
en saber como un automóvil se mueve, sinó en saber que llegará temprano en un
destino certero. Se preocupan mas de lo justo, mas de lo humanamente permitido
en las certezas, en las plásticas seguridades que hacen de unos pies sobre tierra
lo mas firme que existe: vemos nuestros piés desde prematuros tiempos
intrauterinos y conocemos la tierra que hoy despojamos bajo el cemento y ayer fue
labrada para nuestra comida.
Nos hemos desprendido de esa sensación
de investigación, nos deshicimos de los problemas y de toda ambigüedad que todo
esto nos genera, cualquier desazón que contradiga la orden de no pensar es algo
que daremos por sentado como inoportuno o simplemente algo que no es para
nosotros.
No excuso a nadie con premisas
basadas en educación moderna. Nadie merece el perdón ni el castigo de otro par,
las cosas existen y las necesidad de saber que un hombre está tirado en el piso
es suficiente como para saber lo mínimo indispensable de este señor, burlarnos
de su condición (pués nos han enseñado modelos de hombres de pié) y dejar su
cruda vida en un pasado invinculable con nuestros próximos cinco minutos.
El hombre puede caer al suelo, puede
dormitar sobre la cama o sobre el veneno ¿A quién le interesa saber de un ser
humano que se despedaza en carne y hueso; alma y mente? Ellos solo quieren ver
un par de piernas, otro de manos, y una cabeza con pelo suficiente ( a gusto
del lector) y por suficiente me refiero a un pelo extremadamente corto, de
grandes entradas, como para connotar una educación media y un trabajo que
describa económicamente los pocos frutos que dio el contexto en el que éste
señor se criaba.
A quién le interesará…
De nada vale un libro leído, si éste
no relata cómo un hombre sucede dentro de un pozo y comienza a volar, y
desplega sus piernas del piso, y las paredes ya no son límites, sinó que el límite
está dado por una cuestión que transfiere al ser al mas allá de su capacidad de
ver las cosas y siendo él y antes y después y todo conjunto. Y ahora nada.
Ahora el ser vuela.
Quién sabe leer sabe hablar pues hablar
nos condena a la diversidad. Saber hablar es justamente saber escribir, pues no
se hace algo para uno, sinó que se hace algo para muchos. Tal vez nadie leyó de
un hombre enterrado bajo tierra con la única esperanza de ver a su padre muerto
y recordar su sufrimiento, pero yo he hablado antes y créanme que saber hablar
inculca saber leer.
Que tan difícil
resulta todo si necesitamos pies firmes y reales para contentarnos nomás. Hablar
es saber que nada es real, pues cada uno hace su mundo