domingo, 24 de junio de 2012


Aburrimiento


Me miraban desde lo alto con aire despectivo, a la vez despreocupado. Tal poco locuaz, tal vez una suma de vulgaridad, pero me importaba un carajo cómo y qué significaron tanto para mí. Ver rostros ajenos pero tan propios se volvía desinteresado de mi parte.
            Saber lo fácil que me resulta reemplazarlos propagaba la ponzoña de mis venas que hacía de mi nómada vida algo cierto en sus cabezas.
            Los ojos aparentaban ese curiosismo tan propio y tan sobreprotegido , el cual me movió hasta dónde estaba ahora pero con cierta paz… o tal vez no era necesario averiguar, tal vez no se necesitaba detallar que tipo empático u hostil emocional reflejaban sobre mi, o sobre mi cuerpo, o sobre sus propios rostros. El saber que había algo mío entre ellos me hacía cada vez mas vulgar, cada vez menos yo, o cada vez mas ellos. Era estar ahí por el pleno morbo que parecía dibujarse en sus sonrisas: comisuras pequeñas que no podrían abrirse demasiado pero un distintivo de brillo podría verse ante la gracia que les propinaba mi prescencia.
            Por mi cuerpo se levantaba una carrera errática pero segura por parte del frío odio que llegó desde la espalda, no podía empatizar ninguna de sus felicidades. “¡déjenme en paz malditas bestias!” les he gritado mas de una vez, a la espera de una reacción, otra que intercambie la incomodidad que hacían mas insoportable a cada segundo por cualquier otro aspecto perceptible… cualquiera sea.
            Alguien encendió las luces.
            Alguien las apagó.
            Aprecié como miles de cuerpos yacían sobre mi cuerpo cadavérico al borde de la muerte viendo también cada rostro y cada figuración permitida haciendo de la vista lo mas provechoso y agradeciendo cada segundo de luz con cada parpadeo innecesario habiéndome arrepentido de la felicidad al oir una puerta abríendose y ver la luz luego de tantas horas y de tanto tiempo miedo  sabiendo ahora que solo estaba mi torso apretujado por la cabeza de alguien a quien he visto pero no recuerdo y por el pecho atlético de otro a quién he desechado de mi memoria por el simple asco que me regalaron al momento de saber que estaba en prescencia de muertos.
            Comencé a toser, a verlo todo con ganas de ser uno de ellos para no padecerlos. Vi como un montón de cuerpos muertos fríos, duros por la fermentación de su propia naturalidad, como todos ellos presionaban mi cuerpo.
            Sorpresivamente sentí punzadas sobre mi estómago y asimismo sobre mi cabeza. Senti el dolor que me proporcionaba haber reconocido todo. Cómo todo tenía su precio, cómo el conocimiento era perjudicial para mí, cómo envidié a la ignorancia.
            Creía imaginarme el dolor que había entre mis entrañas pero me era imposible. Irrumpí en vómito.
           
            -¿Y qué hacía este tipo acá, entre los maniquíes?
            -Definitivamente es un tremendo pelotudo, mirale la cara ¡Que asco ahogarse con él mismo!- Respondió.

martes, 5 de junio de 2012


¿?


 Verse a uno mismo caminando puede darle miedo.
             Esa extraña confusión de intentar ver o acaparar la idea de qué ocurre o ni siquiera eso, estamos confiados en que la única forma de ver alguna parte de nuestro cuerpo fuera de nosotros está en una fotografía o a través de un espejo podemos lograr esa vista “exterior” de nosotros mismos, haciendo una objetivización, tratando al cuerpo como si no fuese nuestro, sinó que nosotros seamos del cuerpo.
            Interminablemente desconcertante pude ver como mis piernas y brazos no eran míos, sinó eran de nadie, o propiedad de ellos mismos… anarquía total que recorría las mil imaginaciones de alguna ficción en especial, recuerdo de mi infancia proyectando las estúpidas imágenes de cortometrajes haciéndonos creer la posibilidad de esto.
            Era terrorífico como verme a mi mismo no me generaba ningún tipo de extrañamiento, o tal vez algo concentraba mis penas y no era verse vestido a uno mismo metros a la distancia en un día de otoño siendo éste un poco mas invernal de la imaginación que cada uno hará sobre el relato. Las hojas de los árboles no volaban, pero si lo hacía el frío nada prometedor que se veía como una herida en la piel de los hombres. Las manos secas y dolidas, los ojos llorando podían estar atentos a cualquier cosa mientras sufrían. Mis manos, sus manos estaban igualmente condicionadas: de uñas cortas y poco suaves en los bordes por el molesto hábito de morderlas cuando se hallan con una mínima variación de la forma… o esa quisquillosidad de ver la falencia en la redondez de las mismas y querer volverlas lo mas parecido a una uniformidad propia del cuerpo. A metros de distancia, un hombre que era yo que sin necesidad de girar conocer mi espalda me hace, nos hace a todos muy interesantemente estúpidos, irónicos y paradójicos al saber que vemos al mundo desde nuestra cabeza, desde la cuenca de nuestros ojos y sin embargo en una imagen sabemos reconocer nuestro cuerpo de espaldas siquiera cuando nunca vemos nuestro cuerpo mas de cuatro o cinco veces al día.
            Reconocernos objetivamente tal vez nos ayude a dilucidar esa manía de saber quién es quien o también quien nos vé como qué. “Esto soy yo” y me enseñé lo poco atractivo que me encuentro.
            El verme a mi mismo canceló traumas pasados y generó ascos nuevos. Saber que la estética nos condiciona a saber los estándares para conocer las nóminas que la gente considera bellas o no… Me dio mas rechazo al mundo todavía.
            Verme de espaldas, dije antes, no era lo único que me invitaba a no dejar de mirar y horrorizarme. Mas allá había un anhelo o tal vez una figura suelta entre el espacio, la bruma y el frío. Y ésta figura deambulaba no queriendo acercarse a él o a mi, o tal vez reconocí eso por las ganas de quedarme a observar y asimismo las opciones de irme de esa incomodidad que nos genera el acercarse al desastre, a la pérdida total.
            La figura se perdía y yo también, o él. Todo volvía a ser una simple mañana arrogante.
            Ser parte de un sueño no es nada grato a mi parecer.





Estupidez

sábado, 2 de junio de 2012


Lola


Lola recae junto a mis piernas y besa suavemente aquel rastro de que estuve afeitándome hoy a la mañana. Sentir sus labios en mi piel conmueve a quien sea. Es imposible no notar como la escena sensual promete tanto cariño y tanto deseo. Es imperdonable poder vivirlo sin pensar en las múltiples ocurrencias de cómo haber muerto para estar agonizando y tratar a esa inocente realidad como un calmante para el dolor que pueda estar sintiéndose. En fin, Lola besaba mi rostro.
            Haría algo mas de la eternidad misma que yo conocía el sabor de sus labios, no era necesario degustarlos para saber que no se trataba de una ficción, de una simple idea de que nos era imposible ser felices a los dos. Lola tenía todo ese placer que alguien podría soñar alguna vez con. Yo era simplemente yo. Lola besaba mi rostro desnudo.
            Sabía ciertamente que sus labios enarbolaban el abuso erótico de la carne disponible en ellos… conocía tan bien como sobresalían sensualmente de la mediocridad a la que todos no aspiran pues la consideran propia del ser. Yo estaba siendo acosado por una boca, creatura divina o exageración de la voluptuosidad. Una linda bailarina con dos comisuras que ocultaban la felicidad propia. Sentir como cada segundo hacía de mi sonrisa más amplia y pronunciada hacían de Lola tal vez una mujer mas feliz todavía.
            Lola besaba mi rostro. Los cuerpos inertes y desnudos mantenían su reposo, no teníamos intención de acercarlos ni un segundo ni un centímetro más. Estaban inertes pues Lola me besaba y tal vez eso era todo lo que necesitábamos. Estaba inertes pues no era necesario sentir mucho mas. Todavía estábamos quietos. Y el silencio hacía que el aire se torne mas cálido o tal vez abusado por la respiración agitaba de ambos. Sentir como su pecho deseaba estallar y el mío respondía igual ante sus caricias y hacer caso omiso a esta señal nos dejaba en plena conciencia de que todo estaba bien y se necesitaban cada vez los inertes cuerpos que yacían bajo las sábanas.


            Desnudos y no mas inertes ahora podrían tenerse, olerse, comerse, sentir la ceguera pero sin embargo darle un paso en falso al simple hecho de avanzar y hacerlo para llegar mas allá, mas allá que nunca antes. Desnudos pero vestidos con la vida como única prenda dedicada a ser testigo de si misma, se encontraban uno sobre el otro, o viceversa sin importar quien era qué… o si un error hacía de ellos uno… o ninguno. Pero sin importarles ninguna de estas ideas sacaron a las ideas de sus cabezas para fomentar otras y mas nuevas en sus vidas. Dejar idealismos de lado y continuar como si se empezara todo nuevamente o si fuese un inicio realmente.
            Veían como las sábanas estallaban bajo el fuego y todo era nada o nada era todo. La oscuridad los recobijaba sin que ellos lo supieran o importase acaso. Lola y su amor estallaban en el sueño profundo nuevamente para seguir viviendo.

viernes, 1 de junio de 2012

La Muerte, una vez más.

Yo estaba Allí, pero aún no lo sabían. No podían verme. Nadie podía hacerlo. No hasta que alguien se dispusiera a abrir la compuerta, la que me separaba de esos devotos del Big Ben.

   Jamás se les ocurriría creer siquiera que el Servivcio Secreto me terminaría arrastrando, cual suicida pakistaní, a las bases británicas, sin ningún resguardo a mis espaldas.
   Logré entrar eliminando a los centinelas, reduciéndolos a pedazos de carne en pleno inicio del proceso de putrefacción.
   Luego de este catárquico accionar, di inicio a mi plan maestro: Volar la base inglesa.
   Esos lamebotas de Tatcher tenían pruebas para incriminarme como infiltrado en la Guerra, pero la agencia requirió a un falsificador profesional increíble, de lo mejor que he visto en mis vastos años como mercenario encubierto.

   Augusto Rodriguez. 48 años. Teniente a cargo del Pelotón de Infantería. Nada mal...
 
   Emprendí mi camino por la base enemiga, ejecutando a quien intentara frenar mi paso. Accedí al sistema de información, dispuesto a secuestrar todo tipo de prueba que sirviera para incriminar al Servicio de Inteligencia inglés, culpándolo de tráfico de influencias.
  Sin embargo, algo reflotaba en mi cabeza... ¿De qué servía todo esto? ¿Se justificaban tantas muertes para lograr la culpabilidad de un servicio secreto?

   Solo el tiempo lo dirá.

   Finalmente, caí en la cuenta de que el Poder y la Gloria significaban para el mundo mucho más que la soberanía de unas islas que estaban en disputa desde hacía siglos.

   Malvinas ya no era el trofeo de guerra. La Codicia, la ambición de Poder constante, el Orgullo, terminaron convirtiéndose en los ideales que comenzaron a hacer del Mundo la presa facil de la humanidad.

Un pitido me despertó.

El contador de la bomba se había iniciado hacía cinco minutos, dándome la misma cantidad de tiempo para escaparme, antes de que todo se reduciera a cenizas...

Decidí quedarme.




Esta historia continuará...
(Frase quemada si las hay)

                                                                                             Funky Hitler.


Gracias Señor Gonzo por darme este espacio. Me siento como en casa. Atentamente, JF.