Tomás mi mano Vanina, lo hacés de tal modo que me sufre el
cuerpo por el dolor que repara la felicidad de mi torso. Y tiemblo cada vez que
lo hacés desmembrando mi mano, y así no huyo de vos, sinó que preferís quedarte
con parte de mí, no conmigo. Es tentadora la opción de liberarme de vos,
siempre y cuando tus tarifas se paguen con dinero, haciéndole burla a tus ganas
de deberte sangre mientras me llamás a las mañanas en búsqueda de mi.
Vanina, sos tan irremediablemente hermosa, tu belleza de
sirena nos hace tan pacientes, tan tristes a los dos. Nos vuelve algo tan lejos
de ser enamorados que ya no entendemos lúcidamente el nido en el que dormimos a
la luz de mañana, bajo la sombra de las sábanas que me das para esconder mis
heridas. Sabrás cual es tu idea sobre mí, pero poco conocés el daño de la noche
cuando es en el día que acariciás mis brazos, o poco sabés de las ganas de uir
que me llaman desconosoladamente de vos, así como de los imperiosos gritos y
murmullos que me exigen y me claman objeto del amor frustrado.
Sos un cielo de lluvia, las ideas te caen sobre los hombros,
y hasta los codos soy un emblema de satisfacción, algo así como un vivaz
cántico de aleluya, paz y deseo. Las ideas caen a tus manos, movidas por tu
odio y ya no queda nada que me retenga cerca tuyo, mas que vos no misma,
resonando tu voz por los pasillos y escaleras que me hacen vehículo del
hedonismo hacia el afuera que no pisás cuando sos otra mas, alguien mas que
solo vos.
Algunos días sos un cadáver, Vanina, sos un cielo esponjoso
de una piel blanca, cual una vela casi consumida. ¿Y el fuego? El fuego,
desaparecido, es parte de lo inerte que te deja sobre una cama, algo así como
una vida que se escapa por el aire que tampoco está, tu alma es algo
desaparecido y se escapa conducida por lo que no existe, convenciéndome de lo
que no va a haber nunca, todo a través de lo que veo como si fuese real: una
Vanina que no conocía fuera de los límites de tu cuerpo, pero si dentro de los
límites de mujer.
Vanina se escapa y se vuelve dentro mío. Un pensamiento de
mujer en cualquier hombre es una crónica de cómo amarla, sin importar en cuanto
uno será amado; Vanina es un todo mental, es un día que comienza alucinando que
uno puede ducharse y ella aparecer en la cocina desayunando a la espera de uno,
y pueden terminar hasta que la luz se apaga, y los ojos quedan abiertos,
buscando en la oscuridad su silueta, la de Vanina.
Vanina es lo que uno mas teme, surge de la nada en momentos
de cólera como si fuese un pez esperando horas a una presa mas pequeña, surge
de la noche en búsqueda de mi sexo como si fuese una medicina de au ánima,
esperando siempre que yo me durmiese primero en mi propio descanso. Vanina es
todo lo que amo y odio, y lo que espero ansiosamente para que me mate, pues
esta falta de sueño y apetito es un delirio.
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